CUENTO
Perla Jazmín García López
Había
una vez”. No. “Erase una vez”. No, que absurdo, a mi edad, leyendo este tipo de
cosas, no puede ser posible que esto me haya gustado, bueno cuando era una
pequeña niña no tenia criterio alguno; ¿Cómo pude haber creído que la vida
podía parecerse a un cuento de hadas?, ¡Si solo son eso!: Cuentos de hadas que
jamás llegaran a hacerse realidad, al menos, en mi caso; una chica que cada dos
segundos es catalogada de nerd, ¿Quién creí que era?, ¿Una princesa que iba a
ser rescatada de una torre por su apuesto príncipe?; por favor, ¡Qué tontería!:
Yo, trabajando para pagarme la universidad siendo asesora de niñitos ricos que
no pueden sumar ni dos más dos, sin el apoyo de mi madre que, desde la trágica
muerte de mi padre, está internada en un manicomio, pues no pudo soportar que
el amor de su vida la abandonara. ¿Una princesa yo?, No me hagas reír.
Todas
las cosas que le habían ocurrido a Arthemis, habían hecho que dejara de confiar
en la magia de los cuentos, que pensara que jamás iba a tener a su “príncipe
encantador”, y que era absurdo pensar en un “vivieron felices y comieron
perdices”. Ella prefería mantener la cabeza en el mundo real y no soñar con ese
mundo fantástico que creía que jamás podría conquistar. Pero, ¿En verdad no
podría conquistarlo?
La
vida de Arthemis era aburrida: trabajaba asesorando a niños ricos, además de
malcriados, que no tenían la capacidad para aprender sentados en un pupitre en
una escuela privada, pagada por sus irresponsables padres que pensaban que un
niño se educa solo con dinero y no con amor; pensando en eso estaba cuando
acudieron a su mente bellos recuerdos de su niñez: “Estaba sentada en el regazo
de su padre, quien le contaba hermosos cuentos de hadas, mientras su madre
preparaba chocolate caliente con malvaviscos, una de sus bebidas favoritas;
hasta que un día llego la trágica noticia…”. Arthemis noto un fino hilo de
cristal liquido que bajaba por su mejilla derecha y, con un rápido movimiento
de la mano, lo retiro y trato de despejar su mente, debía estar serena, iba a
su trabajo, con esos niños y sus problemas de calificaciones.
Llego
hasta el umbral de la puerta, abrió la cerradura con la llave plateada y dejo
entrar a los niños, luego se dirigió a sus padres y les dijo que pasaran a
recogerlos a las 7:00 pm y por ultimo entro a la acogedora casa y se dispuso a
disipar las dudas de esos pequeños malcriados.
Estaba
tan absorta resolviendo las tontas preguntas de los chiquillos que se
sobresalto cuando oyó que tocaron a la puerta, confusa pero con paso decidido
fue a abrir y se encontró cara a cara con un guapo muchacho de su edad,
que llevaba lentes oscuros y sujetaba con una mano otra más pequeña, la
de un chico de unos 10 años, su estudiante impuntual, entonces el muchacho se
quito los lentes y le dijo- Disculpa por llegar a esta hora es que, el trafico
y el clima y…- pero Arthemis no lo dejo continuar- Si, está bien, bueno pasa
por él a las 7:00, gracias- y sin más cerró la puerta, dejando con la palabra
en la boca al muchacho de los lentes oscuros.
Arthemis
trato de animarlo charlando con él y pronto descubrió que sus padres estaban
divorciados y que su madre casi nunca estaba con él pues prefería ir de fiesta
en fiesta con sus amigas, en vez de dedicarle tiempo a su niño. Comenzó a
llover, primero como una fina llovizna y después como una tormenta, pero aun
así nadie iba a recogerlo; había pasado casi una hora. Después de unos 15
minutos más, apareció por una esquina un BMW blanco, que se estaciono frente a
ellos, se abrió la puerta del conductor y bajo un hombre con ropa deportiva, de
unos 40 años, con un paraguas negro en una mano; se aproximo a ellos y se
disculpo por la tardanza.
Arthemis
estaba furiosa pues gracias a ese irresponsable hombre, que se identifico como
el tío de Marcus, tendría que caminar entre la lluvia y en la oscuridad de la
noche hasta su pequeño departamento, al otro lado de la ciudad. Se despidió con
un ademan de la mano, pues sintió que si lo hacía con palabras no se
controlaría y le diría cosas que no eran apropiadas para una chica como ella,
pero el hombre la tomo por el brazo y la invito a subir al coche con intención
de llevarla y Arthemis, sin contar con otra opción para llegar seca y segura a
su casa, acepto la oferta.
Los
asientos eran de piel, de un blanco inmaculado, y cuando se hubo acomodado en
el amplio asiento delantero del copiloto, se dio cuenta de un pequeño detalle
que no había notado: observo con un poco mas de atención el rostro de aquel
hombre y le pareció muy familiar, sabía que lo había visto antes, pero ¿Dónde?,
entonces la respuesta llego a su mente, tan rápido que se sintió mareada; ¡Era
Robert Downey Jr.!, el actor que más admiraba, no por su físico, sino porque lo
consideraba un ejemplo de vida; pues había logrado superar sus problemas con
las drogas y ahora triunfaba en Hollywood con exitosas películas como “Sherlock
Holmes” o “Iron Man”. Estaba estupefacta.
Llegaron
a su destino y Arthemis se despidió con tristeza pues sabía que debía volver al
mundo real; por un momento se había sentido trasportada al mundo mágico de sus
cuentos infantiles, pero eso había acabado y ahora, después de mucho tiempo,
acababa de comprender que, al quitarle a su vida la magia de los cuentos de
hadas había perdido la ilusión por ella y la había convertido en un refugio
gris y monótono que le impedía ver más allá de sus metas trazadas con
anterioridad y la estancaba en un mundo sin ilusión y enfermo de odio hacia
cualquier cosa que la hiciera feliz.
En
esos pensamientos estaba Arthemis, cuando Robert la hizo volver a la realidad-
Arthemis, mmm, yo me preguntaba si, si…- y ella lo miro confusa- ¿Si, qué?-
Robert dudo unos instantes y luego dijo, con voz estrangulada-
Sicreesenelamoraprimeravista- Arthemis contesto- ¿Qué si yo qué?- Robert, con
las mejillas encendidas, tomo el rostro de Arthemis entre sus cálidas manos, y
con la más sincera y pura de sus miradas, le dijo con voz suave- No sé si creas
en el amor a primera vista, pero yo si, en cuanto te vi supe que eras la
indicada, jamás había sentido una conexión tan grande con nadie, pero tengo la
certeza de que es amor, amor verdadero- Arthemis se quedo de piedra; ¿era
verdad lo que acababa de escuchar?, ¿Robert le había dicho que la amaba?, No,
debía ser una broma de su mente, pero entonces Rob la beso con ternura y ella
correspondió al beso sintiéndose como en un sueño.
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