viernes, 31 de mayo de 2013

"La princesa del mundo real"

CUENTO

Perla Jazmín García López

Había una vez”. No. “Erase una vez”. No, que absurdo, a mi edad, leyendo este tipo de cosas, no puede ser posible que esto me haya gustado, bueno cuando era una pequeña niña no tenia criterio alguno; ¿Cómo pude haber creído que la vida podía parecerse a un cuento de hadas?, ¡Si solo son eso!: Cuentos de hadas que jamás llegaran a hacerse realidad, al menos, en mi caso; una chica que cada dos segundos es catalogada de nerd, ¿Quién creí que era?, ¿Una princesa que iba a ser rescatada de una torre por su apuesto príncipe?; por favor, ¡Qué tontería!: Yo, trabajando para pagarme la universidad siendo asesora de niñitos ricos que no pueden sumar ni dos más dos, sin el apoyo de mi madre que, desde la trágica muerte de mi padre, está internada en un manicomio, pues no pudo soportar que el amor de su vida la abandonara. ¿Una princesa yo?, No me hagas reír.


Todas las cosas que le habían ocurrido a Arthemis, habían hecho que dejara de confiar en la magia de los cuentos, que pensara que jamás iba a tener a su  “príncipe encantador”, y que era absurdo pensar en un “vivieron felices y comieron perdices”. Ella prefería mantener la cabeza en el mundo real y no soñar con ese mundo fantástico que creía que jamás podría conquistar. Pero, ¿En verdad no podría conquistarlo?
La vida de Arthemis era aburrida: trabajaba asesorando a niños ricos, además de malcriados, que no tenían la capacidad para aprender sentados en un pupitre en una escuela privada, pagada por sus irresponsables padres que pensaban que un niño se educa solo con dinero y no con amor; pensando en eso estaba cuando acudieron a su mente bellos recuerdos de su niñez: “Estaba sentada en el regazo de su padre, quien le contaba hermosos cuentos de hadas, mientras su madre preparaba chocolate caliente con malvaviscos, una de sus bebidas favoritas; hasta que un día llego la trágica noticia…”. Arthemis noto un fino hilo de cristal liquido que bajaba por su mejilla derecha y, con un rápido movimiento de la mano, lo retiro y trato de despejar su mente, debía estar serena, iba a su trabajo, con esos niños y sus problemas de calificaciones.
Arthemis avanzo a toda prisa, pues siempre llegaba puntual a cualquier lugar: algo que sus padres le habían inculcado desde pequeña. Pensó en la profesora Minerva, quien siempre le conseguía niños para asesorar, y recordó que esta vez, iba al encuentro de 5 niños con problemas en matemáticas, no entendía porque podían tener problemas con una materia tan sencilla pero, a veces, hasta a ella le costaba un poco de trabajo, aunque claro ella veía cosas más avanzadas, no por nada estaba estudiando para ser ingeniera aeroespacial. Doblo una esquina y vio la construcción azul al final de la calle: la casa de la profesora Minerva, cuyo primer piso era utilizado como aula de clases y el segundo como vivienda. También se permitió observar los lujosos autos que estaban estacionados en la calle: 4 lujosos vehículos, esperen, ¿solo 4?, ¿Qué no eran 5 niños? Entonces Arthemis cayó en la cuenta de que uno no llegaría a tiempo y se enojo, pues no por ser rico tenía derecho a ser impuntual.
Llego hasta el umbral de la puerta, abrió la cerradura con la llave plateada y dejo entrar a los niños, luego se dirigió a sus padres y les dijo que pasaran a recogerlos a las 7:00 pm y por ultimo entro a la acogedora casa y se dispuso a disipar las dudas de esos pequeños malcriados.
Estaba tan absorta resolviendo las tontas preguntas de los chiquillos que se sobresalto cuando oyó que tocaron a la puerta, confusa pero con paso decidido fue a abrir y se encontró cara a cara con un guapo muchacho de su edad, que  llevaba lentes oscuros y sujetaba con una mano otra más pequeña, la de un chico de unos 10 años, su estudiante impuntual, entonces el muchacho se quito los lentes y le dijo- Disculpa por llegar a esta hora es que, el trafico y el clima y…- pero Arthemis no lo dejo continuar- Si, está bien, bueno pasa por él a las 7:00, gracias- y sin más cerró la puerta, dejando con la palabra en la boca al muchacho de los lentes oscuros.
Las dos horas de asesoría transcurrieron sin contratiempos, como cualquier clase habitual, y a las 7:00 en punto los padres estaban fuera de la pequeña vivienda esperando a sus hijos con paraguas e impermeables, ya que los nubarrones grises no podían mentir: una tormenta se aproximaba. Todos los niños desaparecieron en un momento, dentro de los lujosos automóviles que no tardaron en perderse entre las oscuras calles, bueno casi todos; el pequeño impuntual, que en realidad se llamaba Marcus y era un buen niño, seguía allí, con una triste mirada en el rostro, moviendo la cabeza de un lado a otro, esperando que en cualquier momento llegara alguien por él.
Arthemis trato de animarlo charlando con él y pronto descubrió que sus padres estaban divorciados y que su madre casi nunca estaba con él pues prefería ir de fiesta en fiesta con sus amigas, en vez de dedicarle tiempo a su niño. Comenzó a llover, primero como una fina llovizna y después como una tormenta, pero aun así nadie iba a recogerlo;  había pasado casi una hora. Después de unos 15 minutos más, apareció por una esquina un BMW blanco, que se estaciono frente a ellos, se abrió la puerta del conductor y bajo un hombre con ropa deportiva, de unos 40 años, con un paraguas negro en una mano; se aproximo a ellos y se disculpo por la tardanza.
Arthemis estaba furiosa pues gracias a ese irresponsable hombre, que se identifico como el tío de Marcus, tendría que caminar entre la lluvia y en la oscuridad de la noche hasta su pequeño departamento, al otro lado de la ciudad. Se despidió con un ademan de la mano, pues sintió que si lo hacía con palabras no se controlaría y le diría cosas que no eran apropiadas para una chica como ella, pero el hombre la tomo por el brazo y la invito a subir al coche con intención de llevarla y Arthemis, sin contar con otra opción para llegar seca y segura a su casa, acepto la oferta.
Los asientos eran de piel, de un blanco inmaculado, y cuando se hubo acomodado en el amplio asiento delantero del copiloto, se dio cuenta de un pequeño detalle que no había notado: observo con un poco mas de atención el rostro de aquel hombre y le pareció muy familiar, sabía que lo había visto antes, pero ¿Dónde?, entonces la respuesta llego a su mente, tan rápido que se sintió mareada; ¡Era Robert Downey Jr.!, el actor que más admiraba, no por su físico, sino porque lo consideraba un ejemplo de vida; pues había logrado superar sus problemas con las drogas y ahora triunfaba en Hollywood con exitosas películas como “Sherlock Holmes” o “Iron Man”. Estaba estupefacta.
Después de recuperarse de la emoción inicial, comenzó a hacerle cientos de preguntas, que él respondía con gesto divertido y una sonrisa en el rostro. Ni siquiera se dio cuenta que habían llegado a la casa de el pequeño Marcus, pero aun así se despidió de él con afecto y luego le indico a Robert la dirección que debían seguir para llegar a su vivienda.
Llegaron  a su destino y Arthemis se despidió con tristeza pues sabía que debía volver al mundo real; por un momento se había sentido trasportada al mundo mágico de sus cuentos infantiles, pero eso había acabado y ahora, después de mucho tiempo, acababa de comprender que, al quitarle a su vida la magia de los cuentos de hadas había perdido la ilusión por ella y la había convertido en un refugio gris y monótono que le impedía ver más allá de sus metas trazadas con anterioridad y la estancaba en un mundo sin ilusión y enfermo de odio hacia cualquier cosa que la hiciera feliz.
En esos pensamientos estaba Arthemis, cuando Robert la hizo volver a la realidad- Arthemis, mmm, yo me preguntaba si, si…- y ella lo miro confusa- ¿Si, qué?- Robert dudo unos instantes y luego dijo, con voz estrangulada- Sicreesenelamoraprimeravista- Arthemis contesto- ¿Qué si yo qué?- Robert, con las mejillas encendidas, tomo el rostro de Arthemis entre sus cálidas manos, y con la más sincera y pura de sus miradas, le dijo con voz suave- No sé si creas en el amor a primera vista, pero yo si, en cuanto te vi supe que eras la indicada, jamás había sentido una conexión tan grande con nadie, pero tengo la certeza de que es amor, amor verdadero- Arthemis se quedo de piedra; ¿era verdad lo que acababa de escuchar?, ¿Robert le había dicho que la amaba?, No, debía ser una broma de su mente, pero entonces Rob la beso con ternura y ella correspondió al beso sintiéndose como en un sueño.
Al separarse Robert se disculpo y le dijo que había sido un impulso, un error el hecho de haber confesado su amor, se alejo con la intención de marcharse, pero entonces Arthemis lo detuvo y le explico que ella sentía lo mismo que él, entonces con otro tierno beso quedo demostrado que su amor era puro y autentico.
Un par de meses después las campanas repicaban, anunciado la esperada boda de Robert Downey Jr con Arthemis Campbell, una joven que ahora comprendía que los cuentos de hadas podían volverse realidad en cualquier momento, de formas inesperadas y sin previo aviso: la princesa podía ser cualquier chica con un poco de ilusión, el príncipe un hombre que amara a esa chica sin condiciones y que ,en vez de corcel, tuviera un BMW blanco, con el que la llevaría a su palacio, o ¿Quizás a su mansión?, para vivir felices para siempre, como en los cuentos, los bellos cuentos de hadas que su padre solía contarle…

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